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Lecciones de la formalidad que deja el sector agro exportador

Viernes 28 de Junio del 2019

 

Todos tenemos claro que la informalidad laboral es un problema serio a corregir si queremos un país con mayor bienestar y equidad salarial. Sin embargo, no parecemos darnos cuenta de aquellos buenos ejemplos que existen a la fecha y que, aplicados a la colectividad en general, producirían efectos sumamente beneficiosos para ampliar la deseada formalidad en el empleo.

Una luz que puede ayudar a resolver este problema la brinda la legislación laboral en el sector agrario: con una simplicidad plenamente conveniente, se establece un salario integral que incorpora no solamente la remuneración bruta mensual, sino también la fracción mensual correspondiente a sus gratificaciones, e incluso su CTS. Ello implica que su percepción en los ingresos es mayor de la que sería habitual en el régimen general, pero con el absoluto respeto a la integridad de todos sus beneficios laborales. Un detalle más: como la naturaleza de la actividad es “temporal” o “cíclica”, una vez terminado el vínculo no existe desembolso adicional debido a que las prestaciones de compensación por cese ya fueron previamente pagadas.

Visto esto, podríamos preguntarnos por qué solamente la agricultura posee este beneficio. Una primera respuesta es que la naturaleza de su actividad tiene aspectos de estacionalidad, esto es, es discontinua y no permanente. Pero, ¿no podemos afirmar que el trabajo en general, producto de la tecnología y las nuevas tendencias, es también hoy por hoy discontinuo y no permanente? Absolutamente, sí. En la realidad del siglo XXI, donde vemos empleos que dejan de existir, modelos de negocios que cambian constantemente, sistemas de trabajo disruptivos y la tendencia de los mismos trabajadores a no permanecer mucho tiempo en una determinada empresa, podemos concluir que en efecto los sistemas tradicionales del empleo permanente van quedando en desuso.

Basta una muestra simple que sustenta lo dicho: en el Perú, siete de cada diez nuevos contratos formales de empleo son hoy de naturaleza temporal. Y la tendencia sólo se acentuará, pese a los esfuerzos de la tendencia tradicional de analistas que siguen pensando en mediados del siglo pasado. Es que la realidad es aplastante: ningún joven pretende hoy en día quedarse en “el mismo trabajo toda la vida”, como lo hacían nuestros padres del siglo pasado. Lo más temporal es hoy la permanencia de un mismo trabajador. Hay que entender esta nueva realidad.

Según cifras del BCR -una de las pocas “islas” de la estadística seria local-, el empleo formal en el sector agro exportador creció de 147 mil trabajadores a más de 382 mil (periodo 2010-2017), todos ellos con notable mejora en sus salarios en comparación al ingreso mínimo vital, sin perder beneficio alguno semejante al del régimen general. Hemos más que duplicado la fuerza laboral formal con una medida inteligente y racional, que podría ser extensiva a todos los sectores e incluso aplicable a la fuerza laboral joven que deseamos incorporar formalmente y que hoy forma parte de la gran mayoría carente de los mismos beneficios que sus pares mayores.

El sector agro exportador viene protagonizando un crecimiento sin precedentes que mejora la calidad de vida de sus trabajadores. ¿Habría que reinventar la rueda? Los buenos ejemplos son para tomarlos en cuenta para las políticas de empleo. Los protagonistas de hacerlo: el gobierno y sus analistas tienen allí un modelo a replicar. El país en general saldrá ganando y el sector empresarial y los trabajadores también.

*Felipe Aguirre Del Pino Business Broker de la Red Peruana de Negocios

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Fuente: Expreso